HISTORIAS, ANECDOTAS y TESTIMONIOS
De Elena Fernícola, legisladora nacional:
Conocí a Evita por intermedio del general Edelmiro Farrell. Y conocí al general Farrell en la forma más fantástica que uno se pueda imaginar. Fue en Misiones.
Un día encontrándome en nuestra casa con toda mi familia, fuimos sorprendidos por un despliegue inusitado de fuerzas de seguridad, policías y soldados. De pronto nos avisan que el presidente de la Nación, mejor dicho que el presidente de facto, general Farrell, iba a hacernos una visita. Menudo revuelo en mi casa y no menor sorpresa. Abrimos la puerta de la casona y la sala para recibirlo y acto seguido hace su entrada el general Farrell quien saluda a toda la familia en forma sencilla y cortés. Después de tomar asiento y al preguntarle qué gustaba servirse dijo que mate. Luego, campechanamente, nos explicó que al realizar una visita oficial a Misiones quiso tomar contacto con las familias más representativas y de mayor arraigo de la zona. Al decirle las autoridades que los Fernícola éramos una de esas familias quiso de inmediato conocernos. Al promediar la visita nos habló de una hija suya que pronto contraería enlace en Buenos Aires y que, si aceptábamos, quería invitarnos a asistir a ese casamiento. También nos dijo que quería presentarnos al coronel Perón ( " el futuro presidente de los argentinos ", dijo ) y a Evita.
- Sobre todo quisiera que estas niñas se pusieran en relación con Evita - dijo Farrell.
Se estaba refiriendo a mi hermana Dalila y a mí.
Pasó el tiempo y cuando casi habíamos olvidado la extraña visita recibíamos la participación del enlace de la hija de Farrell y una invitación para asistir al casamiento y a la fiesta que se realizaría en la residencia presidencial.
En medio de la sorpresa hicimos los preparativos. Llegamos a Buenos Aires, compramos ropa para la fiesta, el regalo para los novios lo compramos en la casa Maple y concurrimos a la residencia presidencial un poco fascinadas por lo increíble que estaba resultando todo. En lo mejor de la fiesta, cuando ya el general Farrell había cantado a voz en cuello, tocado la guitarra, bailado tangos, vino a buscarnos y nos dijo: - Vengan niñas que voy a presentarles a Perón y a Evita.
De pie junto a la puerta de un salón estaba la pareja formada por el coronel Juan Perón y Eva Duarte: jóvenes, sonrientes, felices, llenos de vida.
- Aquí están estas bellas representantes misioneras - dijo Farrell -, quiero que las conozcan, son de ley.
Después, dirigiéndose a Evita dijo Farrell: - Evita, si vos hablás con ellas y las convencés, son dos elementos muy valiosos.
Entonces Evita nos dijo que estaba por comenzar la campaña presidencial del coronel Perón, que ella iba a participar activamente y que necesitaba en las distintas provincias mujeres que la secundaran para realizar el trabajo político. Porque participando en esa campaña, si ganaba el coronel, con la ayuda de la mujer, ya estaría el camino abierto para ir detrás del voto femenino y así la mujer tendría la oportunidad de elegir y ser elegida. Pero hay que empezar desde ahora - dijo. Nos pidió y anotó nuestros nombres y dirección y dijo que nos haría llamar en el momento preciso.
Volvimos a Misiones. Poco después recibimos un telegrama firmado por Evita en el que nos pedía bajar a Buenos Aires. Mi hermana y yo éramos maestras y nos resultaba difícil solicitar licencia. Pedimos licencia sin goce de sueldo y a partir de ahí la vida nos había abierto otro destino que era estar permanentemente dentro del peronismo.
Junto con otras mujeres que habían venido del interior y algunas de Buenos Aires ( entre ellas Delia Parodi ) Evita empezó a enseñarnos a trabajar en la política, nos tenía de un lado para el otro, acompañándola a todos lados, indagando, escuchando problemas, viendo cómo los solucionaba, aprendiendo, hasta que al finalizar el día caíamos rendidas aunque ella tenía fuerzas para continuar.
" Pongan atención, que este problema puede presentárseles en su provincia ", decía.
Quería que aprendiéramos concretamente, pero también por convicción y por fe. La convicción fue naciendo al lado de ella y nutriéndose en el análisis de los hechos, en el motivo que los originaba y en las consecuencias que tenían. Su ejemplo más que nada era lo que nos convencía. Un día nos dijo: " Bueno, ahora es tiempo de que cada una parta a su lugar de trabajo ".
Y nombró Delegadas Censistas en las distintas provincias a cada una de las mujeres que la acompañábamos diariamente. Solamente a mi hermana Dalila y a mí nos mandó a Misiones, es decir a nuestro terruño. A las restantes las mandó a distintas provincias de donde procedía. Teníamos permanente contacto con ella por notas, telegramas, teléfono. Cuando hacía falta bajábamos a Buenos Aires donde de inmediato nos atendía y se interiorizaba de todo.
Evita se empeñó en fundar el Partido Peronista Femenino, y nos explicaba las razones que la movían a ello, como mujeres entendíamos de inmediato; todas las mujeres saben que tienen problemas propios, no es una actitud de enfrentamiento con el hombre, nada de eso. Quería llevar mujeres al Congreso para que defendieran a las mujeres; quería sacar la ley del voto femenino y con su impulso se consiguió.
Como yo procedía de un territorio nacional ( Misiones lo era entonces ) que no aportaba diputados, me hizo nombrar, con la primera elección femenina de 1951, Delegada Nacional de Misiones ante el Congreso de la Nación, con categoría de Legisladora, y me encargó presentar el proyecto de Ley de provincialización de territorios nacionales, proyecto que fue aprobado por las Cámaras. Todo el pueblo de la Nación - según Evita - merecía igual consideración, igualdad ante la ley. Desde entonces, territorios nacionales pasaron a ser provincias. Nadie, antes que Evita y sus brazos ejecutores que fuimos las legisladoras, había reparado en esta rémora nacional. Al categorizar nuestro terruño estábamos categorizando a sus hombres y mujeres, sus riquezas, su niñez, su futuro. Y sentábamos el principio de igualdad ante la ley. Ya no habrían más provincias y territorios, que es como decir hijos y entenados.
Yo a Evita la siento tan viva, es decir su pensamiento y la pasión que la movía. Cuando ella murió, Perón nos dijo a mi hermana y a mí: - Fernícola: lloren porque han perdido a su madre.
Pasa el tiempo, envejecemos, pero la figura de Evita reverdece, y ha quedado lo que ella fue: una llama que ardió alumbrando un camino que cada vez parece más claro, más correcto.
Textos cortesía de Carlos Vitola Palermo de Rosario, Santa Fe, República Argentina.
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