Historia de Jorge Di PAscuale
Jorge Fernando Di Pascuale
Porteño nacido el 28 de diciembre de 1930. Fue uno de los más claros dirigentes político-gremiales que dio la Resistencia Peronista. Ya para 1958 gana en elecciones el Sindicato de Farmacia –con 25 años- orientándolo de ahí en más a la lucha contra las dictaduras de turno y el retorno de Perón a la Argentina.
En el ’59 da su presente en la huelga del Frigorífico Lisandro de la Torre codo a codo con los obreros del gremio de la Carne. Al año siguiente es nombrado Secretario de Prensa de las “62 Organizaciones Peronistas”.
Estuvo preso dos veces. La aplastante victoria del peronismo en las elecciones del 18 de marzo de 1962 lo confirma como diputado nacional, cargo que nunca pudo ejercer debido a que Frondizi anuló las elecciones.
Entre 1961 y 1962 es Secretario del Consejo Coordinador y Supervisor del Peronismo lo que le permite viajar con cierta asiduidad a Madrid y entrevistarse con Perón, quien lo nombra delegado personal ante los países socialistas. El año 1968 lo encuentra participando en forma activa en la creación de la CGT de los Argentinos donde no acepta ningún cargo pero recorre el país de punta a punta para unificar pensamientos y luchas en el seno de esa central obrera. Adhiere en forma personal al Peronismo de Base como única manera de lograr la creación y fortalecimiento de una alternativa independiente para la clase trabajadora argentina.
Amenazado por la Triple A se exilia en Venezuela, pero no soporta la lejanía de sus amigos y compañeros y vuelve para 1976. El mismo día de su cumpleaños, el 29 de diciembre de ese año, es secuestrado y desaparecido.
Fue visto en el campo de concentración clandestino “El Vesubio”, destruido físicamente pero entero, inclusive dando ánimo a todos pese a las bárbaras torturas recibidas. Aún recuerdo las palabras que una vez dijo a sus compañeros de militancia que lo admiraban: “Si algo llega a pasarme no les voy a perdonar que pidan solamente por mí... pidan por todos”. El 5 de julio de 2002 la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires denominó con su nombre, el espacio verde delimitado por Avenida Lacarra, Dellepiane, Eva Perón y Autopista Perito Moreno. Su hijo Fernando escribió un largo y sentido poema que termina de este modo: “Pero ya no te espero, sólo te busco, pero ya no te espero, sólo te extraño, pero ya no te espero, porque al pasar los años, y después de tanto daño, que te hicieron a ti, ahora sólo queda, que vos me esperes a mí”.
-En abril de 1959, representantes de diversas agrupaciones juveniles peronistas realizan una asamblea general en el Sindicato de Empleados de Farmacia, cedido por Jorge Di Pascuale, el joven conductor del gremio, de 27 ańos. Del encuentro surge la Mesa Ejecutiva de la Juventud Peronista, integrada por Gustavo Rearte, Héctor Spina, Tito Bevilacqua, Tuli Ferrari y Felipe Vallese.(Roberto Bardini).
-Si me llega a pasar algo, no pidan por mi, pidan por todos
(Jorge Di Pascuale)
El 29 de Diciembre de 1976 un grupo de hombres armados, invocando una comisión oficial, y sin más razón que la fuerza, se llevó a Jorge F. Di Pascuale nuestro Secretario General.
Desde ese momento hasta la fecha se realizaron innumerables gestiones para conocer su paradero, pero todas resultaron infructuosas.
Sus familiares, amigos, compańeros de la Asociación de Empleados de Farmacia, instituciones y personalidades nacionales e internacionales y aún los distintos gobiernos extranjeros, invariablemente recibieron la misma respuesta por parte de los sucesivos gobiernos militares: un silencio culpable.
Probablemente creyeron que el silencio los ayudaría a eludir inevitables responsabilidades, y que en transcurso del tiempo terminaría por enfriar la misma pasión de los reclamos, pero se equivocaron.
Estos ańos de oscuridad, de descreimiento, de frustración, de injusticia y de dolor han templado nuestro ánimo. Como el pueblo, al que pertenecemos, no por adscripción sino por origen, ideología y destino, y junto al cual transitamos el arduo pero fecundo camino hacia la liberación de nuestra patria, hemos madurado en la adversidad. Al amparo de sus rigores hemos fortalecido y agigantado nuestra fe, nuestras convicciones y nuestro valor. Esta circunstancia determina que hoy nos encontremos de pie, más firmes que ayer, exigiendo el inmediato esclarecimiento de lo ocurrido a Jorge F. Di Pascuale.
A pesar del entrańable afecto que nos une a nuestro Secretario General, no magnificamos el suceso. Sin embargo, el hecho constituye, indudablemente, una grave violación de los derechos humanos y, carente de fundamentos jurídicos y politicos, sólo puede inscribirse como una brutal expresión de la ominosa Doctrina de la Seguridad Nacional.
Esta afirmación con todo lo elocuente y veraz que puede resultar, nos obliga a formar algunas reflexiones sobre su real significado en la vida nacional.
En la Argentina, como en otros países latinoamericanos, la Doctrina de la Seguridad Nacional ha servido de ideología justificadora de una minoría que, en su nombre, se adueńó del poder, se autoproclamó defensora de la civilización occidental y cristiana, dividió a los argentinos en réprobos y elegidos, concentró todas sus energias en descubrir enemigos interiores y, finalmente, con la excusa de combatir a un terrorismo minoritario, sin arraigo popular, instauró un terrorismo de Estado, tan reprobable como el otro, que vulneró las normas esenciales de la convivencia civilizada, despreció la moral cristiana y sepultó los derechos y garantías reconocidos a los argentinos por la Constitución Nacional.
Lamentablemente, este rosario de desventuras y desaciertos que se enhebró durante estos ańos desde la soledad de poder no fue producto de la casualidad ni de una apreciación equivocada, sino la descarnada manifestación de un proyecto politico y económico que, para su prosperidad, necesitó organizar la destrucción del hombre y la tierra de los argentino.
El secuestro y posterior desaparición de Jorge F. Di Pascuale, como el de tantos otros compatriotas, demuestran con dramática expresibidad cómo operaba la Doctrina de la Seguridad Nacional en la realidad jurídica y politica argentina.
En lo jurídico, esta violencia irracional significa : el absoluto desconocimiento de los derechos de la personalidad, entre los que se cuentan los derechos a la vida y a la integridad física, incluidos entre los que enuncia el articulo 33 de la Constitución Nacional; la violación del derecho a la libertad, que no se reduce a declaraciones abstractas, sino que adquiere expresión concreta en el derecho a no ser arrestado sin causa justa y sin forma legal; y el total desprecio por el habeas corpus, la garantía instituida para proteger la libertad individual contra los excesos del Estado.
Sin embargo, esto no es todo.
También se ha vulnerado la seguridad jurídica, valor esencial de la sociedad moderna, al negarse el derecho a la jurisdicción, que se asegura con las garantías del debido proceso y de los jueces naturales, que en principio, importan la sustanciación de un juicio ante un tribunal de justicia, designado por la ley, y el cumplimiento de las etapas de acusación, defensa, prueba y sentencia.
Finalmente, debemos tener en cuenta que las funciones judiciales son indelegables y que la Constitución le prohibe al propio Presidente de la Nación ejercerlas, aún durante el estado de sitio.
Ninguna de estas consideraciones detuvo al gobierno militar, que no tuvo el menor escrúpulo en usar direccionalmente el poder para imponer su modelo de sojuzgamiento nacional y exclusión popular.
En cuanto a lo político, en Jorge F. Di Pascuale no se ha reprimido a un subversivo, a un corrupto o a un servidor de ideologías extremas, a los que, por otra parte, nada autoriza a sustraerlos de la mano de la justicia.
En él se ha pretendido sofocar las genuinas concepciones y aspiraciones revolucionarias del pueblo argentino, ésas que no se nutren de modelos transplantados mecánicamente ni de odios cerriles, porque su fuerza les viene de la memoria y de la práctica colectiva de un pueblo que hizo la independencia con San Martín, que la defendió con los caudillos federales, que creció políticamente con el yrigoyenismo y que, por fin, encontró en el peronismo la sustancia social que lo encaminó hacia la auténtica liberación del hombre argentino.
Este gobierno militar, embriagado de autoritarismo y de soberbia, en Jorge F. Di Pascuale ha perseguido antes que a un dirigente sindical representativo, comprometido con la vida y el destino de los trabajadores, a una conducta sin dobleces, a una definición ideológica y política, a una conciencia al servicio de la patria y de su gente, a una permanente vocación por la libertad, la justicia y la dignidad humana, a una pasión por la participación y el protagonismo popular en la realización de una sociedad justa y democrática. Estas razones son las que han alentado la ciega violencia descargada sobre nuestro Secretario General.
Las razones que pudiera invocar el gobierno de las Fuerzas Armadas para justificar su proceder, seguramente sólo servirán para acrecentar su ya interminable desprestigio.
En estos tiempos en que se promete institucionalizar la República, se llama al diálogo y se predica a la reconciliación de los argentinos, las autoridades de esta etapa del proceso militar tienen la oportunidad de demostrar la seriedad y el alcance de sus propósitos, ofreciendo la respuesta que hasta ahora han negado con tanto empecinamiento.
Deben saber, como lo sabemos nosotros y todos los sectores de la vida nacional, que la desaparición de Jorge F. Di Pascuale, como la de cualquier argentino, exige un inmediato esclarecimiento y el juzgamiento de todos los responsables. Hemos crecido lo suficiente como para abrigar estériles deseos de revancha. Pero también amamos demasiado a nuestro país y creemos fervientemente en la democracia como para pensar que podemos empezar a reconstruir la sociedad argentina sobre una herida abierta, que implica un agravio hacia la dignidad humana y a las normas primarias de convivencia social.
Ninguna sociedad puede edificar su futuro sobre la impunidad de los violentos. Esto sería como apostar a la muerte y nosotros creemos profundamente en la vida, en una vida plena, con justicia en la distribución de la riqueza y con respeto por la persona humana, en la que el hombre puede realizar su destino trascendente.
La iglesia ha seńalado las bases de la única reconciliación posible : la verdad, arrepentimiento, justicia y misericordia. Y a ellas adherimos.
Esperamos que también lo hagan los responsables de este inicuo proceso militar y pongan lo que deben: la verdad y el arrepentimiento, porque al pueblo le corresponden la justicia y la misericordia.
Cuando se hallan dado estos pasos podremos comenzar a levantar el país justo, libre y soberano con el que sońaron los mejores hombres que dió esta tierra y con el que todavía sońamos la inmensa mayoría de los argentinos.
Alfredo Luis Ferraresi ------ Horacio P. Mujica
Videos de Noticieros - Repercusión por el hallazgo de los restos de Jorge Di Pascuale luego de 33 años.
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