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LECTURA RECOMENDADA
Roberto Baschetti - Cristianismo y Revolución
Cristianismo
y Revolución salió a la calle entre 1968 y 1971 y fue una de las
publicaciones emblemáticas de la izquierda argentina. La revista fue
dirigida en sus primeros 22 números por el ex seminarista Juan García
Elorrio (1938-1970), Jorge Luis Bernetti actuaba como secretario de
redacción. Algunos de sus principales columnistas fueron Eduardo
Galeano,
John William Cooke, Raimundo Ongaro, Rubén Dri y Miguel Ramondetti.
Después
que García Elorrio muriera en un confuso accidente de tránsito, asume
la dirección su compañera Casiana Ahumada. La publicación, de carácter
mensual, se inspiraba en
las interpretaciones del Concilio Vaticano II y en corrientes de pensamiento afines a lo que más tarde se definiría como
Teología de la liberación.
Los
contenidos progonaban una explícita simpatía hacia el socialismo
latinoamericano, encarnado en la por entonces joven revolución cubana.
La revista funcionó como medio de expresión del
Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo
y de numerosas organizaciones sociales como también de agrupaciones
políticas que en la década de 1970 se irían consolidando como
organizaciones armadas.
La descripción detallada de los contenidos número por número en
este documento.
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Cristianismo y Revolución Nº 1, 1966
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Cristianismo y Revolución Nº 2-3, 1966
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Cristianismo y Revolución Nº 4, 1967
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Cristianismo y Revolución Nº 5, 1967
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Cristianismo y Revolución Nº 6-7, 1968
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Cristianismo y Revolución Nº 8, 1968
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Cristianismo y Revolución Nº 9, 1968
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Cristianismo y Revolución Nº 10, 1968
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Cristianismo y Revolución Nº 11, 1968
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Cristianismo y Revolución Nº 12, 1969
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Cristianismo y Revolución Nº 13, 1969
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Cristianismo y Revolución Nº 14, 1969
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Cristianismo y Revolución Nº 15, 1969
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Cristianismo y Revolución Nº 16, 1969
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Cristianismo y Revolución Nº 17, 1969
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Cristianismo y Revolución Nº 18, 1969
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Cristianismo y Revolución Nº 19, 1969
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Cristianismo y Revolución Nº 20, 1969
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Cristianismo y Revolución Nº 21, 1969
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Cristianismo y Revolución Nº 22, 1970
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Cristianismo y Revolución Nº 23, 1970
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Cristianismo y Revolución Nº 24, 1970
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Cristianismo y Revolución Nº 25, 1970
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Cristianismo y Revolución Nº 26, 1970
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Cristianismo y Revolución Nº 27, 1971
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Cristianismo y Revolución Nº 28, 1971
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Cristianismo y Revolución Nº 29, 1971
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Cristianismo y Revolución Nº 30, 1971
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Cristianismo y Revolución
Por Olga Wornat
[Fragmento de
Nuestra Santa Madre. Historia pública y privada de la Iglesia católica argentina]
La
revista Cristianismo y Revolución apareció por primera vez en
septiembre de 1966. La evolución de las ideas políticas de Juan García
Elorrío, quien ejerció una gran influencia sobre los pre Montoneros, se
plasmaron en cada una de sus notas y editoriales.
También los jóvenes de la Juventud Peronista (JP), fuesen o no católicos, se la devoraban.
Su
lectura era obligatoria para poder estar a la page, tal como en los
anos cincuenta lo era leer a Proust y en los sesenta a Sartre.
–Yo
particularmente no fui un militante cristiano. Vengo de una familia
donde se preocuparon porque tomara la primera comunión, pero después no
tuve una formación religiosa más amplia.
-Sin embargo,
como cualquier joven militante de los setenta me devoraba la revista
Cristianismo y Revolución. No se podía actuar, relacionarse ni
intercambiar ideas sin leer esa revista – reconoció Dante Gullo, ex
militante de la JP.
Hijo de un matrimonio de clase
media alta, con panteón familiar en el Cementerio de la Recoleta y el
corazón en la derecha católica, Juan García Elorrio no pudo menos que
ingresar al Seminario de San Isidro para ser cura.
No
tardó mucho en darse cuenta de que su destino no sería el sacerdocio: a
los veintiún anos abandonó aquella vieja casa rodeada de árboles,
cercana a la Catedral, y tomó como lema de vida las máximas de
Camilo Torres
y el Che Guevara: -El deber de todo católico es el de ser
revolucionario. El deber de todo revolucionario es el de hacer la
revolución.
Antes de que muriera sospechosamente
atropellado por un auto en 1970, Juan García Elorrio tuvo tiempo para
reconciliar a los católicos con la violencia.
-Camilo
Torres, silenciado y retaceado por sus propios hermanos cristianos, nos
senala el carisma evangélico en la lucha por la liberación de nuestros
pueblos y su nombre es bandera del movimiento revolucionario
latinoamericano, decía el primer editorial de Cristianismo y Revolución.
En la revista publicaban sus comunicados el
ERP, los
Montoneros, y las
Fuerzas Armadas Peronistas.

Juicios orales contra Ana María Villareal de Santucho, esposa de Mario
Roberto Santucho, y Casiana Ahumada, viuda de Juan García Elorrio por
presunta "incitación a la violencia", sus abogados defensores fueron
Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde. (La Razón, 8 de julio de
1972)
A propósito de Juan García Elorrio,
aunque influyó poderosamente en los jóvenes católicos que ingresaban en
manada a la guerrilla, todos los testimonios aseguran que a pesar de su
gran carisma, no fue muy querido por sus compañeros. Y menos aún por las
mujeres, debido a su autoritarismo y misoginia.
-Graciela
no tenía un buen recuerdo de García Elorrio, pero la noticia de su
muerte la conmovió por algún momento. Después, mientras seguía hablando
por teléfono, se acordó de cuando él la echó del Camilo y, enseguida, de
cuando una vez que estaban caminando por la calle Córdoba y Pueyrredón y
Juan estaba con bronca con una militante.
–Son todas
iguales. A las mujeres la política les entra por la vagina, y así les va
–recuerdan sobre una anécdota de Graciela Daleo, Caparros y Anguita en
La Voluntad.
A finales de los sesenta la Argentina era
una hoguera. En abril de 1964, sobre una colina ubicada encima del río
Las Piedras, en Oran, Salta, un grupo de guerrilleros –el
Ejército Guerrillero del Pueblo– hambrientos y desahuciados, fueron apresados por el Ejército.
Entre
ellos –era su jefe– se encontraba Jorge Ricardo Massetti, un militante
nacionalista ultracatólico, periodista obsesivo, amigo de
Rodolfo Walsh,
que había estado con el Che en Sierra Maestra y luego de la revolución,
en 1959, fue el mítico jefe de la agencia de noticias Prensa Latina.
Ésta fue la segunda experiencia de guerrilla rural en la Argentina. La
primera fue
Uturuncos, en 1960.
En
septiembre de 1968, se descubría en Taco Ralo, a 120 kilómetros de
Tucumán, un campamento guerrillero rural, integrado por Néstor
Verdinelli,
Envar el Kadre,
Amanda Peralta de Dieguez, Samuel Slutzky, Dionisio Pérez y el
seminarista español Arturo Ferrer Gadea, quienes se definieron como
-argentinos, revolucionarios y peronistas.
El mayor Alberte, secretario del Partido Justicialista (asesinado en 1976) los reconoció como tales y la
CGT de Ongaro
les mandó un abogado. Luego fueron parte de las Fuerzas Armadas
Peronistas (FAP) en el seno de la cual estaban además, Carlos Caride y
los seminaristas Arturo Ferré Gadea y Gerardo Ferrari, vinculados
íntimamente a Cristianismo y Revolución.
Pero también
eran reporteados en el mensuario curas del Tercer Mundo, como el padre
Hernán Benítez. En septiembre de 1970, a poco del secuestro del general
Pedro Eugenio Aramburu, se le preguntaba al cura lo siguiente:
–zNo
cree usted, padre Benítez, que los curas del Tercer Mundo, con su
prédica de la violencia, son un poco responsables en el fondo del
asesinato de Aramburu?
–En el fondo, del asesinato de
Aramburu, más responsables que los curas del Tercer Mundo, es usted, soy
yo, es el cardenal Caggiano y el propio Aramburu –respondió Benítez.
Y continuó:
-Porque
observe usted, los jóvenes señalados por la policía como ejecutores del
hecho, no son de extracción peronista. No son gente del pueblo. No son
hijos o parientes de los veintinueve argentinos, unos asesinados, otros
ejecutados, en junio del '56. Huelen a Barrio Norte. Católicos de
comunión y misa regular. Algunos, hijos de militantes de los comandos
civiles. Al caer el peronismo contaban con cinco o diez anos.
-Nacieron
y crecieron oyendo vomitar pestes contra el peronismo. ¿Qué los lleva a
reaccionar violentamente contra el medio social en que se acunaron? A
mi entender, dos causas: primera, la convicción de que sólo la violencia
barrerá con la injusticia social. Por las buenas jamás los
privilegiados han cedido uno sólo de sus privilegios.
Estos
jóvenes sienten con una fuerza que no sentimos los viejos, la
monstruosidad de que un quince por ciento posea más bienes que el
ochenta y cinco por ciento restante. Viven en estado de indignación y de
irritación del que apenas podemos formarnos idea (...)".
Juan
Manuel Abal Medina, hermano de Fernando, uno de los fundadores de
Montoneros asesinado en William Morris, él también dirigente peronista,
luego exiliado en México, decía sobre su hermano:
-Saliendo del Buenos Aires, Fernando ingresó en la Facultad de Ciencias Económicas –quería estudiar economía política–.
-Allí
comienza una vinculación más cercana de él con grupos vinculados al
catolicismo post conciliar, por llamarlo de alguna manera: los grupos
vinculados a la teología de la liberación, en especial el de
Cristianismo y revolución, que en aquel entonces era el centro
periférico de la Argentina.
-Para estas mismas épocas
yo me vinculo con quien fue mi primer maestro político: Marcelo Sánchez
Sorondo; y colaboro con él como secretario de redacción del periódico
Azul y Blanco, durante ocho anos.
-Esta actividad
comienza estando yo todavía en el Buenos Aires y dura hasta que tuve 24
anos. En un determinado momento Fernando se aleja un poco de la familia.
Esto nos sorprendió a todos. Intenté conversar con él en varias
ocasiones.
-A pesar de todo lo abierto que era en sus
demás cosas, en este tema de por qué dejaba de estar en casa por
semanas, era muy cerrado...
Una época tan alborotada
también engendraba sus anticuerpos y la censura se había convertido en
algo cotidiano. Todo aquel que generaba la menor sospecha de inmoralidad
o comunismo era inmediatamente prohibido.
En los
albores de 1968, las cincuenta comisarías de Buenos Aires habían sido
instruidas mediante una circular que debía reprimir el auge de las
camisas floreadas y los pelos largos. La prioridad era la guerra anti
hippie, aun cuando la mayoría de las comisarías no contaran con los
elementos necesarios para atender sus funciones específicas.
Como
anécdotas divertidas de la época valen las siguientes: una de las
víctimas del largo de la cabellera como problema de los organismos de
seguridad fue el plástico Ernesto Deira, rapado luego que fuera víctima
de una razzia en la inauguración de un café concert que los uniformados
confundieron con un mitin -castrocomunista.
En una
conferencia de prensa, el jovenzuelo Luis Ángel Dragani, vocero de la
cuasi ignota Federación Argentina de Entidades Anticomunistas,
denunciaba que gracias a la astucia de uno de sus miembros –había
conseguido un curso de detective por correspondencia– había logrado
infiltrar las filas hippies y se habían enterado de que sus lideres
pretendían convertirlos en guerrilleros al servicio de Pekín, amén de
anular la voluntad juvenil suministrándoles drogas como Dexamil Spansule
2 (cuyo único resultado sería convertirlos en anoréxicos o fanáticos
del estudio).
Baluarte creativo de la década, el
Instituto Di Tella había estimulado una forma de investigación colectiva
que rompió con las pautas tradicionales del quehacer intelectual
argentino. Allí se sintetizó y procesó toda la experiencia de vanguardia
que habían hecho plásticos y músicos.
En mayo de 1968
el Instituto fue clausurado a causa de un evento en el que se exponía un
baño público creado por el artista Roberto Plate y al que el público
tenía acceso. El descubrimiento de un grafitti con contenidos
-porno-políticos (como el de cualquier baño de este tipo) desató las
iras de los censores, provocó el cierre del organismo y el proceso de
desacato a su director, el ingeniero Enrique Oteiza.
A
principios de junio fueron profanadas tumbas del cementerio israelita de
Liniers. La liberación en Munich de William Harsters, jefe de la
policía de la ocupación alemana en Holanda, responsable de la muerte de
mas de ochenta mil judíos, entre ellos Ana Frank, coincidió con la
aparición de una fuerte cantidad de publicaciones antisemitas. Mientras
tanto, el sacerdote nazi Julio Menvielle, de
Tacuara,
se enorgullecía, en declaraciones a la revista Panorama, de que -el
sentimiento antijudío es cada vez más fuerte en el país y la Guardia
Restauradora Nacionalista proponía colgar en Plaza de Mayo al
psicoanalista
Mauricio Goldenberg.
En 1969, los militantes católicos, Emilio Maza, Carlos Capuano Martínez, Susana Lesgart (asesinada en la cárcel de
Trelew
en 1972), Ignacio Vélez y Gustavo Ramus realizan el copamiento de la
localidad de La Calera en Córdoba, que provocó primero un shock en la
población y luego una gran adhesión. Maza fue herido y un sacerdote
amigo lo escondió.
Aquí aparece vinculado por primera
vez, Elbio Gringo Alberione, sacerdote muy relacionado a la teología de
la liberación, que luego abandonó los hábitos y se convirtió en uno de
los miembros de la conducción de la organización guerrillera. Un año más
tarde vendría el lanzamiento de Montoneros, con el secuestro y
asesinato de Aramburu.
En el equipo de Cristianismo y
Revolución o el Comando Camilo Torres militaban, entre otros, Casiana
Ahumada, esposa de García Elorrio, quien después de la muerte de su
marido se convertiría en la directora de la revista, Graciela Daleo,
Mario Firmenich, Carlos Ramus, Fernando Abal Medina, José Sabino Navarro
y Emilio Maza.
A mediados de 1967 eran treinta
militantes que no habían cumplido los veinticinco años, divididos en
células casi militares de tres niveles distintos de funcionamiento.
José
Sabino Navarro, venía de la JOC de Córdoba, era dirigente mecánico del
Smata y tomó el mando de Montoneros cuando fue asesinado Fernando Abal
Medina, el 7 de septiembre de 1970 –anos después declarado Día del
Montonero– en la confitería La Rueda de William Morris.
Sabino
Navarro, el Negro, era un correntino parco, introvertido, aguerrido, de
fuertes convicciones políticas y muy querido por sus compañeros.
El
Comando Camilo Torres dirigido por Juan María Elorrio fue precélula de
Montoneros. Su nombre no hacía suponer que sus militantes debieran ser
forzosamente cristianos, aunque muchos lo eran. Una excepción fue Norma
Arrostito –mujer de Fernando Abal Medina– que sólo se convertiría al
catolicismo estando presa en la ESMA. La mayoría creía en las posiciones
de la Iglesia Tercermundista, aunque iban más allá. Consideraban que la
violencia iba a ser el método revolucionario por excelencia y se
inspiraban en la Revolución Cubana. También iniciaban un acercamiento al
peronismo, aunque desconfiaban de las dotes transformadoras de Perón.
Cristianismo
y Revolución fue un gran movilizador en la radicalización de los 400
sacerdotes argentinos y del puñado de obispos que apoyaron el Movimiento
de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM). Aunque fueron contados los
que ayudaron a los guerrilleros o justificaron sus actividades, muchos
de ellos –aun cuando trabajaran por la paz– se negaron a condenarlos
públicamente y pidieron, en vez de ello, que se cuestionara el sistema
generador de su violencia", dice el escritor inglés.
-En
un país donde el 90 por ciento de la población estaba bautizada y el 70
por ciento había recibido la primera comunión, las ideas católicas
radicales socavaron decisivamente la influencia conservadora que la
jerarquía eclesiástica ejercía sobre millares de argentinos.
Especialmente los jóvenes despertaron la preocupación por los problemas y
los cambios sociales, legitimaron la acción revolucionaria y encauzaron
a muchos hacia el Movimiento Peronista, aclara Gillespie, quizás el
historiador que mejor desmenuzó aquellos anos.
En
realidad, para el puñado de católicos que constituyeron el núcleo
montonero, sus fundadores, esas ideas eran el elemento más importante de
las modificaciones en la acción.
El 18 de mayo de 1965,
Carlos Mugica
representó a la opinión católica en el encuentro Diálogos entre
Católicos y Marxistas. Fue en la Facultad de Filosofía y Letras de la
UBA y estaba acompañado por Guillermo Tedeschi. En la tribuna opuesta se
encontraban Fernando Nadra y Juan Carlos Rosales, dirigentes del PC.
Mugica
dejó bien en claro las diferencias entre unos y otros: el concepto de
Dios y oración, el sentido del sexo y del arte, la concepción del amor
al prójimo y el concepto de persona, fueron puestos en blanco y negro.
Pese a ello, aquel encuentro significó el principio del fin de la
Juventud Universitaria Católica (JUC).
Los obispos no
aprobaron esta reunión. Eduardo Díaz de Guijarro, presidente de los
estudiantes católicos, fue citado para dar explicaciones ante la
Comisión Permanente del Episcopado, la cual decidió en diciembre de ese
año intervenir la JUC.
En los hechos, se la empujó así a
su desintegración. A la hora de juzgar, monseñor Adolfo Tórtolo fue uno
de los más duros, mientras que el cardenal Caggiano se mantuvo con un
espíritu conciliador. Unos anos después, aquellos ex militantes de la
JUC secuestraban a Aramburu.
FUENTE: http://www.elortiba.org/cyr.html